A principio del presente milenio, la religión y la psicología se acercan, y muchas veces se complementan, al ofrecer alivio al hombre moderno. Vemos como poco a poco se proclama una religiosidad cada vez más humana; y por el otro lado, la práctica de una psicología que acepta en mayor medida el aspecto espiritual de la existencia.
Una religión más humana
Observamos actualmente una humanización de la religión, un impulso religioso de entusiasmo progresista. Es ese temperamento religioso optimista, que confía en la bondad originaria de la creación y se traduce en sentimientos efusivos de alegría y libertad (Escalante, 2010).
El mismo Papa Francisco es el mayor portavoz de este entusiasmo progresista dentro de la Iglesia Católica en la actualidad. Recordemos las palabras del mismo Papa en su Documento, Alegraos:
“Quería deciros una palabra, y la palabra era alegría. Siempre, donde están los consagrados, siempre hay alegría”.
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.
Hay también un cambio en el mensaje evangélico que hace mayor énfasis en el amor, que se convierte en recomendaciones concretas de caridad, unión familiar y respeto del prójimo, como formas visibles y necesarias de un amor a Dios. Y sustituir con el optimismo cristiano el argumento del mal ontológico que conlleva el Pecado Original, y el respectivo sentimiento de culpa en el hombre.
La espiritualidad ya no requiere el permanente recuerdo de la primera culpa, sino que supone la espontánea, inmediata adquisición de la “segunda inocencia” (Escalante, op. cit.).
Hoy más que nunca, parece necesario el desarrollo de una mirada esperanzadora dentro del propensa a la compasión, más humana, más tolerante y sin las antiguas obsesiones del Infierno y el Mal.
Retomando el tema de la culpa, si bien es cierto que en ocasiones ésta se puede prestar a frecuentes deformaciones morales, ello no demerita en nada su papel esencial en la vida espiritual del hombre, ya que señala nuestra responsabilidad por el mal que hemos hecho, y nos abre la posibilidad de arrepentimiento y redención ante Dios y ante nuestros semejantes.
Una psicología más espiritual
En la psicología moderna, sólo ciertas corrientes son escépticas en abrirse a la posibilidad de ofrecer consuelo espiritual. Casi todas las demás corrientes y modelos de psicoterapia, con sus respectivos matices, son susceptibles a la idea de la espiritualidad en la experiencia humana, y a tocar el tema dentro del consultorio.
Incluso Erich Fromm (1997), siendo psicoanalista, comenta que: “el hombre no es necesariamente malo, sino que llega a ser malo únicamente en caso de faltar las condiciones necesarias para su crecimiento y desarrollo”.
Por su parte, Viktor Flankl (2000) desarrolló su logoterapia a partir de su propia experiencia personal en los campos de concentración de Theresiendstat y Auschwitz. En esta situación extrema se cuestionó por el sentido de la existencia humana, y más en concreto sobre el sentido de su propia vida. La logoterapia establece un imperativo vital fundamental, afirmando que la existencia debe de tener algún sentido, el cual no se reduce a la búsqueda del simple placer o el bienestar. La logoterapia supone que “la primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrar un sentido a la propia vida”.
Frankl establece que incluso en la abundancia y en la comodidad puede haber un “sufrimiento espiritual” por la falta de sentido, porque sólo es posible vivir una vida humana bajo el imperio y la exigencia de valores superiores, que uno se siente obligado a realizar creadoramente.
Pero la psicoterapia en cierto sentido es un acto de fe. En la psicoterapia se le pide al paciente un acto de fe, se le pide que crea que su vida tiene sentido, precisamente por todo lo que ha vivido. Se le invita a creer en él, en su potencial de cambio, y no se excluye de ninguna manera la posibilidad de “creer en algo más grande que él”, sea cual sea su concepción espiritual.
Es importante resaltar que los terapeutas, tarde o temprano, nos enfrentamos con el problema de la culpa. De hecho, un criterio de éxito terapéutico consiste en poder ayudar al paciente con aligerar el peso excesivo de su culpa, y de su existencia.
Espiritualidad y salud mental
Como hombres de nuestro tiempo, somos susceptibles a los problemas y angustias de nuestro momento histórico. El hombre moderno busca a los terapeutas con la esperanza de alcanzar ese equivalente moderno de la salvación que es la “salud mental”. Evidentemente, esto no significa que la psicoterapia sea una forma de religión, pero en algo se complementa con ésta, y es que ambas ofrecen consuelo y mitigan la angustia que a veces implica el estar vivo. Y es que ambas, psicoterapia y religión, brindan esperanza, tan necesaria en una sociedad que se muestra desesperanzada con demasiada frecuencia.
La paz espiritual que ofrece la terapia, como la que ofrece la vida cristiana, significa el re-conocimiento de nuestro ser, que implica la capacidad para dar un sentido a la existencia y la libertad para decidir y amar de manera comprometida.
La coincidencia entre los terapeutas y los nuevos teólogos, consiste en que ambos somos críticos ante la noción de culpa. Lo que hay ya no son culpables merecedores del fuego eterno o individuos dominados por fuerzas oscuras del inconsciente que escapan de manera absoluta a su control, sólo hay seres humanos necesitados de consuelo, de escucha y de fe. Capaces de perdonarse a sí mismos por su incapacidad para amar lo que en su vida hay de amable y apreciable.
Preguntas para reflexionar:
¿Me considero digno de perdón, ante los pecados que he cometido a lo largo de mi vida?
¿Soy capaz de perdonar, y a la vez soy humilde para pedir perdón a los demás?
¿De qué manera puedo reparar el mal que he cometido, incluido el mal que he cometido contra mí?
Referencias bibliográficas:
-Bergoglio, F. (2014). Alegraos. Carta circular a los consagrados y consagradas. Vaticano. Librería Editrice Vaticana.
-Escalante, F. (2010). La redención terapéutica. Especulación a partir de un tema de William James. Estudios Sociológicos, 19(2): 339-362. México. El Colegio de México.
-Frankl, V. (2000). El hombre en busca de sentido. Madrid. Herder Editorial.
-Fromm, E. (1997). Ética y psicoanálisis. México. FCE.