¿Alguna vez te has preguntado por qué eres como eres y no de otra forma? o ¿por qué, a pesar de todos tus esfuerzos, no puedes cambiar?
Desde todos los tiempos el ser humano ha estado en búsqueda de lo que es, no sólo a nivel social, sino también a nivel personal. De hecho, existen distintas disciplinas que han estudiado al ser humano tratando de entenderlo; es el caso de la medicina, la psicología, la antropología, la filosofía, entre otras. Pero poder definir realmente lo que cada uno es, va más allá de los estudios realizados; saber lo que eres requiere coraje, determinación, valentía, voluntad e inteligencia, por el simple hecho de implicar el adentrarse en lo más profundo del ser: en las heridas emocionales, en las creencias, en los recuerdos dolorosos, sin dejar de lado los aspectos positivos o experiencias placenteras.
Podríamos conocer y leer mil libros sobre las teorías que hay en relación con el conocimiento del ser humano, pero sólo hay una forma de saber realmente quiénes somos, el autoconocimiento; puesto que, la única persona capaz de ordenar la información que existen en tu conciencia y en tu memoria para cambiar la interpretación que le diste a la realidad en su momento, eres tú mismo(a).
Es importante entender que el ser humano por naturaleza busca el placer y evita el dolor, tanto físico como emocional, por lo que es común que exista una resistencia natural a evadir los procesos de autoconocimiento. El problema radica en que hay una tendencia a entrar de lleno a este proceso hasta que nos vemos inmersos en situaciones sumamente dolorosas, de pérdidas o conflictos; ya que, así como usualmente corremos al médico a revisar nuestra salud física hasta que los síntomas de la enfermedad nos son insoportables, de la misma manera corremos a cursos, terapia u otros recursos, muchas veces perjudiciales, hasta que las situaciones nos han rebasado emocionalmente. Anteponemos otras cosas como pretexto, con tal de no tener que enfrentar el dolor.
Ahora bien, hay dos formas de entrar al proceso de autoconocimiento, desde el miedo o desde el amor. Si tomamos en cuenta que el miedo surge para protegernos de algo que consideramos una amenaza hacia nuestra integridad, lo cual generalmente lo expresamos a través de la huida, entonces, podemos comprender la necesidad de escapar del hecho de revivir el dolor de experiencias pasadas que no hemos logrado resolver ni sanar; principalmente en la relación que tuvimos con nuestros padres o figuras de autoridad, sobre todo, en la infancia y en la adolescencia.
No obstante, es interesante saber que el miedo tiene dos fuerzas que se contraponen: la repulsión y la atracción; nos alerta y protege, pero al mismo tiempo nos puede provocar curiosidad y atracción por la novedad. De tal suerte que nos da la oportunidad de entrar al autoconocimiento desde el amor, suscitando en nosotros la fascinación por conocer nuestra propia historia, nuestra vocación, nuestros cimientos, nuestra esencia (aquello que nos hace ser lo que somos a pesar de los cambios que podamos vivir). En tanto que el amor nos lleve a la vinculación, en este caso, a la conexión con nosotros mismos; tendremos relaciones más sanas, lo cual nos permitirá vivir con mayor plenitud y libertad.
En conclusión, la única forma de cambiar algo en tu ser es aceptando tu esencia y tu historia, sólo así podrás comenzar a entender por qué eres quien eres y por qué eres como eres. En esto radica el proceso de autoconocimiento.
¿Será necesario que esperes a que algo en tu vida se derrumbe para ir a revisar tus cimientos? ¿Desde dónde decides entrar a conocerte, desde el amor o desde el miedo?
Si realmente te amas, ¿no deberías sentirte atraído(a) y curioso(a) por saber quién eres?
« … ¿No sería gran ignorancia… que preguntasen a uno quién es, y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra? Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación es mayor la que hay en nosotros cuando no procuramos saber qué cosa somos. »
Santa Teresa de Jesús (1M 1, 2)
Referencias:
* 1. Corcuera, F. (1991) Iniciación a la Metafísica. CDMX. Méx.: Minos.
* 2. Muñoz, M. (2013) Emociones, sentimientos y necesidades. Una aproximación humanista. CDMX. Méx.: Muñoz Polit.