Por:
María Piedad Martínez Ocádiz
Todo, sacerdote, religiosa/o, consagrada/o, tiene un llamado especial de Dios: entregarse a los demás por amor a Él, ¿qué piensas cuándo se habla sobre servir a los otros?
Existen muchos testimonios de personas que entregadas a Dios han servido durante toda su vida a ese ministerio especial que recibieron. Por ejemplo, el Santo Padre Papa Francisco, primero en vivir su tan gráfica frase, “Pastor con olor a oveja”. El Papa sale a las periferias sin el menor reparo, es un incansable en el anuncio del Evangelio y no cesa de dar voz a los invisibles y marginados.
En la historia del cristianismo encontramos muchos ejemplos de personas felices y plenas con su vocación de servicio, cómo la Madre Teresa de Calcuta que, en su especial camino de velar por los más pobres de los pobres, nos demostró cómo se puede ser feliz.
Otro gran testimonio es el de la Madre Angélica, fundadora del canal de televisión EWTN, que hoy en día es una gran herramienta para la evangelización.
Tres ejemplos de personas muy distintas con un común denominador: ser felices en su vocación de servicio y haber puesto todas sus cualidades y dotes en función de su llamado, lo que las llevó a vivir de verdad y realizarse plenamente.
Igual que ellos, tú estás llamada(o) a utilizar todos los talentos que Dios te ha dado, en tu comunidad y en tus trabajos de apostolado. Solo entonces servirás y vivirás de verdad, desarrollando todo tu potencial.
Por ello es importante que te conozcas, y también tus heridas, identifícalas para poner sanarlas. Es necesario saber cuáles son tus virtudes, cualidades y talentos, para ponerlos al servicio de los demás y, si es posible, enriquecer su vida con ello. De esta forma servirás mejor ahí donde la Providencia Divina te ha colocado.
El Catecismo de la Iglesia Católica, menciona que todos nuestros dones deben estar al servicio de Dios y del prójimo para poder construir la Iglesia, solo así nos iremos pareciendo más y más a Cristo nuestro modelo, que no vino a ser servido sino a servir. (Mt 20,28)
Fuentes consultadas:
- Catecismo de la Iglesia Católica, 1996-2029
- Francisco, Homilía de la Misa Crismal, (2013)