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Donación y Autocuidado: una oportunidad para salir al encuentro



Por: Leticia Herrera

Adviento, recuperar la alegría y la esperanza

Para muchas personas la situación generada por la pandemia de Covid-19 representó una gran oportunidad para hacer un alto en su vida y revisar su vocación, sus relaciones, pero sobre todo para valorar lo que aman.

Para otras, en cambio, fue un tiempo de duelo y de pérdida, lo que puede convertirse en tormento e incluso traumas. Y aunque no podemos cambiar lo que sucede, si podemos convertir las experiencias dolorosas en una oportunidad de crecimiento, e incluso convertir este proceso en una experiencia memorable que permita desarrollar resiliencia y empatía.

La posibilidad de convertir esta experiencia dolorosa en una experiencia que valga la pena recordar, depende de la capacidad de cada persona para cuidar de sí mismo y de los demás. Es decir; depende de dos virtudes importantes: el autocuidado y la donación (poder cuidar de otros).

La virtud del autocuidado requiere a su vez, del equilibrio de otros elementos como el autoconcepto y la autoestima para encontrar la sabiduría necesaria para amar, para relacionarnos y encontrar el propósito en la vida.

La importancia del autoconcepto

El autoconcepto es la imagen que una persona tiene de sí misma y surge de sus propias características físicas, emocionales, intelectuales, sociales y espirituales. Es histórico y relacional, lo que significa que en cada etapa del desarrollo el concepto que tiene una persona de sí misma cambia, porque esta construcción se va formando a través de la historia personal y de las relaciones que se van estableciendo, así como del contexto social y cultural donde se desarrolla.

Cuando en la infancia se recibe cariño y ternura, las personas se sienten amadas y por lo tanto su autoconcepto les hace creer que son buenas y valiosas y, como consecuencia, se sienten capaces de lograr todo lo que desean. En cambio cuando se reciben malos tratos, o cuando se viven experiencias traumáticas de abandono y rechazo, las personas no solo no se sienten queridas y valiosas, sino que se perciben como insuficientes, insignificantes e incluso como malas personas.

La clave para tener un autoconcepto sano radica en tener la capacidad de poner énfasis en aquellas características que a lo largo de la vida no cambian, por ejemplo: no centrar la atención en la apariencia física, pues cuando el paso del tiempo cause estragos en esta, se sufrirá.

Otro ejemplo sería ponderar el autocuidado a partir de las relaciones con otros, a partir de identificarse como el hijo de, el amigo de, o el sacerdote de, ya que al sufrir algún cambio o enfrentar la pérdida de la relación, el autoconcepto de la persona se verá afectado.

Por eso el autoconcepto basado en la esencia, es siempre una fuente de gozo y paz. Cuando la persona se reconoce como un ser “Bueno, Bello y Verdadero”, construye un autoconcepto más sano, sólido y claro.

La autoestima

Desde el momento de la concepción las personas son relacionales, estando en el vientre materno tienen una profunda conexión con su madre y, a través de ella, con el mundo y por ende con su esencia.

Una muestra física de que el ser humano es un ser relacional son las hormonas, como la oxitocina -también llamada la hormona de la felicidad-, que nos hace sentir parte de alguien, y nos permite conectar con los demás.

Cuando se tiene un autoconcepto basado en la esencia, la construcción de la autoestima se convierte en un valor que los individuos se dan a sí mismos, siempre que su enfoque esté puesto en lo perdurable de la vida y puedan reconocer lo valioso, amable y digno que hay en ella.

El desarrollo de la autoestima da la libertad de conectarse con los demás, pero principalmente con Dios. El equilibrio entre el autoconcepto y la autoestima permite desarrollar habilidades para sentirnos libres reconociendo nuestra capacidad para ser y realizarnos.

Para el desarrollo del autoconcepto y la autoestima se requiere necesariamente de la función del cerebro (tanto del sistema límbico, como del neocórtex frontal), a fin de encontrar recursos creativos que permitan enfrentar las experiencias amenazantes y convertirlas en oportunidades de solución, soporte emocional y motivación.

Cuando el cerebro ha sufrido algún tipo de trauma (esto puede ser desde la infancia), es probable que la mente tenga una disociación con su historia para evitar repetir aquella experiencia, teniendo un impacto en la forma de respuesta en la edad adulta.

Las personas que en cambio recibieron buen trato desde la infancia, desarrollan conexiones cerebrales que les permiten tener una base saludable para el desarrollo futuro y son más resistentes para enfrentar las adversidades y construir habilidades que les permitan cuidar de sí mismos, comunicarse y socializar.

Respuesta al miedo

Las personas con un cerebro sano, responden distinto al miedo, según las experiencias de la infancia y los recursos emocionales que tuvieron entonces para resolverlas. Cuando se tuvieron experiencias dolorosas en la infancia, es necesario desarrollar nuevas conexiones neuronales que permitan desarrollar nuevas formas de responder a la realidad presente.

Un plan de ataque para enfrentar los miedos sería:

• Controlar los pensamientos, ya que provocan ansiedad y preocupación por el futuro. Para ello se sugiere volver los pensamientos al presente, esto se puede lograr a través de la respiración y de la oración, regresar a la fuente que es Dios.

• Evitar alimentar la irracionalidad, es decir evitar la exageración y entrar en pánico haciendo cosas que en otras circunstancias no se harían. Para lograrlo se sugiere observar las bendiciones, los recursos con los que se cuenta y entender que hay más cosas a favor por gracia de Dios, que en contra.

• Evitar que el miedo nos lleve al pasado para culpabilizarlo. Es necesario regresar al presente y la esencia, retomando la confianza en sí mismo y en Dios.

Cuando las personas logran contactar con su historia, tocando sus heridas emocionales, adquieren habilidades psicoemocionales como la empatía, desarrollar la capacidad de ponerse en el lugar del otro y admitir su punto de vista como válido y real, conectándose con el dolor del otro, haciendo sentir al otro escuchado y comprendido.

La virtud de la donación a los demás

La persona que está conectada con su propia experiencia de amor tiene la capacidad de salir al encuentro del amor al otro sin miedo a las diversas formas de expresión de este, desde la amistad íntima y cercana, hasta el afecto que se siente cuando una persona no está, el amor que perdura en el tiempo y, también, la expresión amorosa del placer que se experimenta al entrar en contacto con aquellas cosas que le hacen disfrutar a través de los sentidos.

Esta donación también es encontrar el propósito de la propia vida, es decir vivir en el tiempo presente, aprovechando cada instante con intención y determinación, haciendo de su vocación la mejor versión de sí mismos.

Aquel que se entrega de forma amorosa, que sale al encuentro del otro, aun en la adversidad, encuentra un sentido para su vida. Buscar el bien común es una forma de vivir con más plenitud el sentido de Iglesia, por lo que es fundamental imitar los mismos hábitos que Jesús, ya que Él es el experto en el amor incondicional y en el perdón radical.

El amor incondicional que es gratuito es la verdadera donación.

Bibliografía

- Brown, B. (2012). Los dones de la imperfección. España: Gaia Ediciones.

- Ejercicios espirituales San Ignacio de Loyola.

- Morilla Delgado, J.M. (2015) Conócete en mí: itinerario místico experiencial en Teresa de Ávila de Monte Carmelo. España: Editorial Monte Carmelo.

- Sancho-Fermín, F. J. (2005). Autoconocimiento en la Meditación Teresiana. México, México: Editorial Santa Teresa.

- Siegel, D. y Payne, T. (2012). El cerebro del niño: 12 estrategias revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de tu hijo. Barcelona: Alba.




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