Donde está tu tesoro, ahí estará también tu corazón (Mt 6, 21). Tu corazón, mujer y hombre entregados a Dios debe estar puesto en las cosas del Señor, ese es tu tesoro. Tu trato con Dios, tu comunidad, tu apostolado, tu familia.
A las puertas de la fiesta comercial de San Valentín, día del Amor y la Amistad, es un buen momento para que pienses ¿cuál es tu tesoro? Es aquello que te ilusiona día a día, lo que da razón a tu existir, por lo que estás dispuesto a sacrificarte sin importar el precio, lo que buscas constantemente y a donde se dirigen tus pensamientos y tus afectos constantemente.
Ahora que sabes cuál es tu tesoro, reflexiona si tu corazón, está en el lugar adecuado, si corresponde al de una persona entregada al servicio de Dios. Si no lo es muy probablemente eso, te este, conflictuando y tengas que hacer algunos ajustes. Si, si lo es, entrégate aún más, sácale brillo a ese tesoro, para que tu corazón lata por el con más fuerza.
Solo así irás experimentando esa felicidad tan deseada de participar ya aquí, en esta tierra de la felicidad prometida del cielo (CEC n.1721). Un corazón enamorado, te permitirá ir por la vida feliz a pesar de las dificultades.
Amar requiere siempre una renovación (Monge, 2004), que no significa que tu corazón cambie su tesoro, si no de abordar día a día tu tesoro con nuevas luces. Asómbrate del amor misericordioso de Dios, de las virtudes de nuestras y nuestros hermanos, de las buenas disposiciones de las personas que participan en tu apostolado y de lo que le debes a tu familia.
Asombrarte de esas fantásticas realidades e interactúa con ellas con creatividad huyendo de rutinas, hará que tu corazón no cambie su tesoro por nada de este mundo. Tendrás entonces un corazón asombrado y creativo que permanecerá siempre
“en amor dado”.