Por:
Aura Gabriela Solís Velázquez
Hablar de vocación, va más allá de pensar en una profesión, un oficio o en algo que nos gusta. “Vocación” apela un significado profundo, se trata de una “inspiración”, de un llamado que Dios nos hace, es desde el amor y para el amor. Espiritualmente encontramos dos vocaciones mediante las que podemos servir a Dios: el matrimonio y el celibato, en cualquiera de ellas, hallamos una manera completa de amar.
Descubrir nuestra vocación en la vida célibe es una constante invitación a amar más y mejor a todas las personas, y la única forma de lograrlo es apreciando la totalidad de nuestra sexualidad, pues esta abraza todos los aspectos de la persona humana. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera general, a establecer vínculos de comunión con el otro.
Celebrar nuestra vocación significa vivir la sexualidad y fluir con ella, esto es, disfrutar plena y conscientemente del celibato, siendo responsables de nuestros actos, comprendiendo que la sexualidad no se reduce a la genitalidad, sino que, es generadora de nuestra identidad; impulsa nuestra capacidad reproductiva, es decir, dar vida a nuestros planes y proyectos; nos permite amar y conectar con otras personas, además, el erotismo nos permite disfrutar de aquellas cosas que dejamos entrar a través de nuestros sentidos, siempre siendo fieles a la vocación.
Celebrar, nos remite inmediatamente a pensar en emociones de bienestar y justamente de eso se trata, de ser felices con lo que hacemos y con lo que somos para transmitirlo a los demás, pues, “la alegría cuando es verdadera es contagiosa” y eso se observa en los actos y en la manera de amar; concebirnos completos y extasiados con nuestra entrega a Dios, a las personas y a nosotras(os) mismas(os), experimentar placer en cada cosa que realizamos, generar emociones de bienestar, eso es celebrar nuestra vocación día con día.
Para fluir en nuestra sexualidad y celebrar la vocación, se requiere de una práctica continua, ahora te sugerimos algunas acciones que puedes seguir:
- Conecta con los que te rodean, cultiva tus relaciones interpersonales creando intimidad emocional.
- Crea: explora y explota tu creatividad, intenta
actividades nuevas que te generen emociones de bienestar.
- Aprende a disfrutar de todo lo que te gusta: música, comida, tu deporte o actividad favorita.
Referencias bibliográficas:
- Csikszentmihalyi, M. (1997). Fluir. Una psicología de la felicidad. Barcelona. Kairós.
- Vaticano II. Catecismo de la Iglesia Católica. Obtenido de:
http://www.vatican.va/archive/
catechism_sp/p3s2c2a6_sp.html