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El cuidado de la casa común



Por: Aura Gabriela Solis Velázquez

Adviento, recuperar la alegría y la esperanza

Durante el día viene bien detenernos un momento para despertar nuestros sentidos y hacernos conscientes de aquello que escuchamos, observamos, olemos, sentimos y saboreamos. Y nos daremos cuenta que gran parte de estos estímulos provienen de nuestro planeta, la casa común que Dios nos ha ofrecido a la humanidad entera.

Actualmente nos encontramos en un momento ecológicamente crítico, poner atención a esta situación significa comprender que no solo se pone en peligro la existencia de la Tierra, sino del lugar en que habitamos, de manera que, cuidar la creación es cuidar y preservar nuestra vida.

Todos/as como hijos/as y servidores de Dios estamos llamados a renovar nuestra relación con el hogar que nos acoge, para ello, debemos de pensar en una ecología integral que comprenda la dimensión humana y social, pues, al ser creados por Dios, todo se encuentra conectado, no somos nosotros y el medio ambiente, nosotros estamos incluidos dentro de ese conjunto.

Lo anterior, apela a nuestro sentido más humano, al renovar nuestra relación con la creación de Dios, también nuestra relación con Él se refuerza, lo que requiere una sincera preocupación por la naturaleza que debe de ir unida al amor a los seres humanos y a todas las especies con las que cohabitamos, así como un compromiso ante los problemas de la sociedad. No podemos fragmentar la realidad y mucho menos nuestro corazón pretendiendo amar y dar buen trato a los animales, mientras excluimos a nuestro/a hermano/a.

Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo. Mientras tanto, el mundo del consumo exacerbado es al mismo tiempo el mundo del maltrato de la vida en todas sus formas.

Cuidar nuestra casa común necesita de gran empatía que nos acerque a la realidad de quienes sufren las consecuencias del inminente deterioro ambiental, implica eliminar el egoísmo y sabernos vulnerables ante los riesgos que se pueden presentar. Reconciliarnos con nuestro planeta es un acto de amor hacia las obras de la creación, hacia nuestros/as hermanos/as, las futuras generaciones, a nosotros/as mismos y hacia Dios. Sembrar un árbol, cuidar el agua, evitar el consumo de productos desechables, son un reflejo de lo anterior.

Asumir una reconciliación con la naturaleza conlleva reconocer nuestra propia vida e identificar de qué manera dañamos la creación de Dios y repensar la forma en que consumimos y explotamos los recursos naturales, solo así podremos ser parte de una generosa creatividad que nos permita sacar lo mejor de nosotros/as mismos/as y compartirlo a los demás.

También requiere de gratitud para reconocer el mundo en el que vivimos como un don que representa el amor que Dios nos tiene, implica mantenernos conectados a las otras criaturas para no ser indiferentes a sus necesidades y mantener entusiasmo para resolver problemas.

Cuidar nuestra casa común nos acerca a nuestra dimensión humana, a practicar el camino del amor en donde se encuentra latente la oportunidad de brindar palabras amables, sonrisas y gestos que cultiven la paz y la amistad.

Bibliografía:

- Francisco. Vaticano II. Carta encíclica Laudato si. 24 de mayo del 2015. Obtenido de: https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/
documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html




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