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Conflictos, ¿cómo resolverlos?



Por: María Piedad Martínez Ocádiz.

Adviento, recuperar la alegría y la esperanza

El Conflicto es una realidad con la que convivimos a lo largo de toda nuestra vida. Ser personas consagradas no nos exenta de ello. Lo vivimos en la familia, en los apostolados, en la comunidad y seguiremos experimentándolo.

Una manera sana de manejar los conflictos es verlos como una oportunidad de crecimiento. Analizar cada situación para descubrir que habilidades nos permite potenciar, puede ser que nos esté ayudando a ser más pacientes, más precavidos/as, solidarios/as, o empáticos/as. Además, siempre serán ocasión para madurar y profundizar en nuestras relaciones interpersonales con las personas implicadas.

Para resolverlos es necesario hacer un ejercicio de comunicación que comience con un diálogo respetuoso a través del cual se pueda aclarar la cuestión, e intercambiar distintos puntos de vista. Lo anterior requiere de una escucha activa, que significa una escucha en serio.

“La escucha verdadera, me obliga a sintonizar con sus sentimientos, permitiéndole expresar lo que tenga que decir, de un modo tal que la conversación sigue el rumbo que ambos decidimos. Y cuando este tipo de escucha se da en ambas direcciones, se establece un auténtico diálogo en el que los participantes adaptan sus comentarios a lo que el otro siente y dice”. (Goleman, 2007)

Una vez que nos hemos puesto de acuerdo sobre aquello que nos conflictúa y habiendo intercambiado nuestras opiniones al respecto es posible pensar posibles soluciones tomando en cuenta las diversas posturas. En este momento debemos centrarnos en lo que realmente es importante, mantener una actitud propositiva, buscar opciones y razonar en lo que podemos ceder. No es sencillo llegar a una solución en la que todas las partes queden totalmente satisfechas, pero debemos intentarlo.

En momentos así también nos ayudará considerar la situación en nuestra oración personal, conversar con el Señor, puede darnos luces para discernir una mejor solución. Podemos preguntarle: ¿Tú qué harías en mi lugar?

Lo anterior no sustituye el que tengamos que dialogar y ejercitar nuestra creatividad para proponer soluciones mientras gestionamos un conflicto, pero si puede reconfortarnos y facilitarnos el que encontremos como resolverlo.

Por último, en caso de un conflicto en la comunidad de mayor envergadura, si no logramos llegar a un acuerdo debemos acudir a las instancias correspondientes para que por medio de ellas se realice y se llegue a una conciliación, en estos casos la comunicación y la transparencia son indispensables para llegar a la solución más adecuada.

Referencia:

- Goleman, D. (2007). Inteligencia Social. Kairós.




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