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Hazte amigo/a del Espíritu Santo




Adviento, recuperar la alegría y la esperanza

El tiempo de Pascua termina con la venida del Espíritu Santo, la 3ª persona de la Santísima Trinidad que convirtió a los apóstoles en audaces predicadores de la Palabra de Dios, y de haber sido desleales y huir ante la Cruz, terminan siendo las columnas de la Iglesia.

El Espíritu Santo es el santificador de nuestra alma, sin embargo, nuestro trato con Él no es tan frecuente. Es más común dirigirnos al Padre o al Hijo, probablemente por la manera en la que se les representa, en cambio una paloma o una lengua de fuego quizá no nos inspire tanto al momento de rezar y por ello en la vida interior a veces quede un poco relegado.

La fiesta de Pentecostés es un buen momento para retomar el trato con el Espíritu Santo y hacernos sus amigos/as. La amistad con el Espíritu Santo nos transformará de la misma manera que a los apóstoles para desempeñar nuestra misión de forma plena, a través de sus dones y frutos, pero para ello necesitamos acudir a Él, pedirle que nos ilumine y nos guie.

Como cualquier otra amistad, esta requerirá tiempo y trato, intercambio de ideas por medio del diálogo, la escucha y el amor. Podemos aprovechar los ratos de oración para hablar con Él y conocerlo con mayor profundidad. Meditar los pasajes de las Sagradas Escrituras donde se le menciona, nos ayudará a mejorar nuestra relación con Él. Por ejemplo, en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, es un gran protagonista, que actúa e interviene en el día a día de los primeros cristianos. Lo que puede servirnos de inspiración para hacerlo partícipe de nuestra vida, así como lo hicieron las primeras comunidades de fieles.

Otro excelente momento para acudir al Espíritu Santo, es la Santa Misa, pues a lo largo de la celebración nos dirigimos a la Santísima Trinidad mencionado a cada una de las tres Personas. En esos momentos podemos pronunciar su nombre de manera consciente, pensando que nos estamos dirigiendo a la Persona que nos ayudará a ser mejores hijos de Dios.

La amistad con el Espíritu Santo nos hará crecer espiritualmente, nos dará la paz y la alegría que este mundo no puede dar, sobre todo, influirá en nuestra manera de pensar, reaccionar y vivir.

Referencias bibliográficas:

- Catecismo de la Iglesia católica, 683-688; 731-741.
- San Josemaría, Homilía El Gran Desconocido, en Es Cristo que pasa, 127-138.




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