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¿Cómo atravesar por el duelo?



Por: Aura Gabriela Solis Velázquez.

« Aunque la pérdida es un acontecimiento que no puede escogerse, la elaboración del duelo es un proceso activo de afrontamiento lleno de posibilidades »
Thomas Attig



Adviento, recuperar la alegría y la esperanza

A lo largo de nuestras vidas transitamos por diversas experiencias que nos empobrecen, al mismo tiempo que nos enriquecen, por lo que es importarte reconocer que todo cambio implica una pérdida, del mismo modo que cualquier pérdida es imposible sin el cambio. (Neimeyer, 2002)

Hablar de pérdida significa padecer cualquier daño en los recursos personales, materiales o simbólicos con los que hemos establecido un vínculo emocional. Existen distintos tipos de esta, como pérdidas en las relaciones con las personas que amamos como nuestra familia o nuestros/as hermanos/as de comunidad; pérdida de salud, de estabilidad económica, rupturas debido al cambio de apostolado o la pérdida de un ser querido, debido a la muerte.

Cualquiera de estas pérdidas, nos empuja a experimentar cambios tan importantes que nos obligan a replantear la propia existencia para encontrar nuevos significados y formas de vivir, es entonces, cuando entramos en el duelo.

El duelo es el proceso mediante el que se asimilan y superan las pérdidas, es una invitación a amar la ausencia de aquello o aquellos que ya no están con nosotros/as y, aunque es la respuesta ante cualquier perdida, no sucede por sí solo, es un proceso activo en el que cada uno/a de nosotros/as puede elegir cómo vivirlo y qué hacer con el dolor. Es un camino lleno de elecciones y posibilidades.

No existe una manera específica de vivir el duelo, la duración e intensidad de este, dependerá de la gravedad de la pérdida y, sobre todo, de la forma en que cada persona afronta las adversidades que se le presentan, sin embargo, aunque el duelo pareciera un laberinto del que no hay salida, podemos elegir hacer tareas que nos ayudarán a sanar y aprender de nuevo cómo es el mundo después de la pérdida.

Vivir el duelo no es labor sencilla, pero si necesaria, por eso hay que permitirnos sentir el dolor y dejar fluir nuestros sentimientos sin suprimirlos o esconderlos.

A continuación, te presentamos algunas tareas que puedes llevar a cabo para vivir el dolor y superar la pérdida. Estas no tienen un orden determinado o caducidad, pues, conforme vivimos el duelo, la pérdida nos enseña diferentes lecciones. Si es necesario podemos volver una y otra vez a realizar las mismas tareas para sanar, sobre todo cuando se trata de pérdidas significativas.

1. Reconocer la realidad de la pérdida: se trata de entender que lo perdido ya no volverá y la vida no será como antes, pero no significa que sea malo, significa que será distinto.

2. Tomarse tiempo para sentir: el dolor puede resultar insuperable, sin embargo, debemos encontrar momentos de tranquilidad para estar solos/as y explorar nuestros sentimientos.

3. Reinventar la relación con lo que se ha perdido: en el caso de la muerte, esta no acaba con las relaciones, sino que las transforma. Podemos transformar la presencia física en una conexión simbólica manteniendo el recuerdo del otro.

4. Reinventarnos a nosotros/as mismos/as: después de una pérdida importante, hay que aceptar que no volveremos ser “nuestro antiguo yo”, pero es posible construir una nueva identidad que encaje con la nueva realidad o situación.

5. Encontrar formas de liberar el estrés: buscar formas constructivas de dominar el estrés: oración, ejercicio, relajación, etc.

6. Confiar en alguien: Las cargas compartidas son menos pesadas, debemos encontrar personas a las que explicarles lo que estamos pasando.

7. Dejar a un lado la necesidad de controlar a los demás: las otras personas afectadas por la pérdida tienen su propia forma de elaborarla y siguen su ritmo.

8. Ritualizar la pérdida de un modo que tenga sentido para nosotros: encontrar una manera de honrar la pérdida, puede ser a través de escribir una carta, hacer una ceremonia.

9. No resistirse al cambio: las pérdidas significativas nos transforman para siempre, hay que abrazar esos cambios, tomando las oportunidades que se presentan para el propio crecimiento, esforzarnos por crecer con esta experiencia, al mismo tiempo que reconocemos en lo que nos ha empobrecido.

10. Cosechar el fruto de la pérdida: estas experiencias hacen que revisemos nuestras prioridades, las reflexiones constructivas que obtenemos debemos expresarlas de formas constructivas, quizá ayudando a otras personas.

11. Centrarnos en nuestra relación con Dios: podemos utilizar la pérdida como una oportunidad para revisar y renovar nuestra relación con Dios, buscando una espiritualidad más profunda y templada.

Aunque puede resultarnos difícil creer que vamos adaptarnos a una pérdida cuando estamos inmersos en la protesta o en la desesperación, no hay duda de que la supervivencia, la adaptación, y, sí, incluso el crecimiento es posible. El dolor que acompaña a la pérdida es un espejo que refleja lo preciosos que son los apegos que hemos establecido y la conciencia de la fragilidad de la vida puede ser un recordatorio necesario de la obligación de vivir de acuerdo a nuestras preocupaciones más elevadas. (Neimeyer, 2002).

Referencias bibliográficas

- Neimeyer, R. (2002). Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo. Ediciones Paidós.

- Yávar, G. y Atisha, M. (2018). ABC del duelo. Ediciones Universidad de Santo Tomás.




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